domingo, 13 de noviembre de 2011

Rafael Tomas Fernández Domínguez ¡al panteón de la Patria!


“Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en si el decoro de muchos hombres.
Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a sus pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados”.

¿Se adelantaría el apóstol de la libertad cubana José Martí a los tiempos y pensaría, a la hora de pronunciar esas vibrantes y lapidarias palabras, en el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez? ¡Parecería que si!

Lo dicho por Marti encaja perfectamente en la figura de Fernández Domínguez,  tomando en cuenta su vida y accionar como militar digno, visionario, carismático, valiente, puro, decoroso, inteligente, incorruptible, capacitado,  aguerrido, caballeroso, con capacidad de sacrificio, entrega desinteresada, espontaneidad, sencillo y honesto a toda prueba que orgullosamente fue, y esto lo digo con toda la seguridad del mundo.

(Realmente  pienso que se puede equiparar al inolvidable “Coronel de abril”, Francisco Alberto Caamaño Deño, su compañero de armas y de combate durante la Revolución del 65).

Al conocer el largo historial de Fernández Domínguez, a pesar de su relativa juventud, se me erizan los bellos y no puedo evitar que la emoción me estremezca el alma y  que mi sensibilidad nublen los ojos, que hasta me obligan a una pausa en la redacción de esta Trinchera.

Estoy devorando en estos días –no solo de pan vive el hombre- el libro que escribiera quien fuera su leal y valiente compañera y esposa Doña Arlette Fernández, una verdadera mujer de hierro: “Coronel Rafael Fernández Domínguez, soldado del pueblo y militar de la libertad”.    

En honor verdad, la lectura me ha arrancado lágrimas a borbotones.

Aunque siempre fui un admirador empedernido de este pundonoroso oficial, al igual que de Francis entre otros,  estaba muy lejos todavía de conocer todos los aportes que hizo a la irredimida patria este hijo de Damajagua, Esperanza, durante su carrera militar; los desafíos a los que se expuso, la entrega tan desinteresada, los sacrificios a los que se sometió y el inmenso amor que sentía por su pueblo.

Leyendo lo que fue la vida,  obra y   accionar  de Fernández Domínguez dentro de las Fuerzas Armadas, es que alcanzo a comprender el porque Doña Arlette, su viuda, ha sido una intransigente e irreductible luchadora para que se reconozca su legado histórico y sus aportes a través de tantos años. Admiro a esa mujer ciclope.
Un militar tan puro, noble, tan solidario, con la calidad humana y patriota como él, no aparecen todos los días. Más bien son verdaderas excepciones dentro de los cuerpos castrenses dominicanos.

En la próxima Trinchera escribiré  más detalladamente de este oficial, ahora que se debate en el Senado un proyecto para que sus restos sean trasladados al Panteón de la Patria ¡a buena hora! Ya habré avanzando  en la lectura del libro sobre su vida y tendré, por tanto,  más elementos de juicio para escribir.

Coronel Fernández Domínguez,  ante su figura sagrada y su ejemplo, nos inclinamos reverentes. Viva la patria! ¡Seguimos en combate!

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